Cada experiencia, cada pensamiento y cada sentimiento son maneras de interpretación y de aprendizaje. No sólo he visto transcurrir la vida pasivamente, sino, más bien, he querido ir en busca de sentimientos ajenos, haciéndolos, por último, un sentir íntimo e intenso.
Más que nada quiero escribir hoy bajo el concepto del sentimiento y de la emoción, siendo estos dos un sólo elemento de vivencia y alegría, de felicidad, de tristeza y de satisfacción para el alma que entre realidades se oculta, aparentando ser una simple disputa entre la veracidad y la falsa conducta.
Tengo cierta suerte de encontrar reliquias del pasado, representaciones del bien y de lo humano. Reliquias que entre otras memorias se hayan, arriesgándose a ser olvidadas, pero que, gracias a la revelación de lo íntimo, se pueden encontrar por medio de palabras, palabras que entre el arte se han vuelto emociones plasmadas. Algo así pasó hoy, y algo así pasó hace dos años (con El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince). Hoy fue un documental. Más que documental, un testimonio de lo que representa nuestra memoria imperfecta. Hay olvidos que no aparecen tan de pronto, gracias al fuerte sentir que impactó alguna vez nuestro ser y nuestro recuerdo. Este testimonio del querer y de la vida es aquel que enseña que el bien es atracción, en su mayoría de veces, de la muerte; y es el bien un elemento desconocido por la gente. El documental se titula: Carta a una sombra, cuando el dolor se vuelve dignidad.